- Ahí va, señor.
- Que dice aquí, que de sal van bien servidas,
señora Patrocinio.
La vendedora agarra las gafas y lee como la
que no quiere la cosa:
- P i p a s
s i n s a l. Está visto que la que vende pipas
tiene que saber de todo.
- No digo yo que no, señora Patrocinio, pero,
mire, aquí abajo sigue la copla: Ingredientes: pipas y sal. Y eso creo yo que
quiere decir algo, ¿no?.
- Qué va a querer decir, va a querer decir, que
es usted más tonto que la mantequilla fresca.
- Señora Patrocinio, que digo yo, que lo malo
no es que lo diga la etiqueta, lo malo es que
lo estoy viendo yo desde aquí ahora mismo, que están todas las pipas con
la sal apegostrada en la cáscara.
- Ay qué coño, y el caso es que tiene razón.
Cualquier día de estos agarro el estarivé y lo descongorcio.
Tan fuera de sí se puso la señora Patrocinio
que el comprador se lo explicaba a sus amigos refiriendo que armó la de san
Quintín.
Pues yo creo que también hay algo fotográfico en la frescura de estas escenas. Unas instantáneas vivaces llenas de chispa ( y 'sal') donde de paso nos cuelas unas palabras que son como pequeños huesos que tenemos que roer despacio. Un abrazo Primitivo. No dejes de escribir nunca, amigo.
ResponderEliminarEres único, Miguel, sin exagerar, creo que de lo mejor que se puede encontrar uno por estos vericuetos, yo también me tomo encantado una cervecita virtual contigo, naturalmente, en la calle Rota, cada día más deteriorada y más espléndida.
EliminarNo, no dejo de escribir, aunque solo sea para escuchar tus palabras, inteligentes y atinadas como siempre.
Un abrazo grande de tu amigo Primitivo