Esta es
la historia de José Protasio que cuando se fue a casar descubrió que era
Olegario, un niño de corta edad, de no más de nueve años que nació en
Valladolid y no anduvo por aquí, sino que se fue a Perú y a orillas del
Titicaca no le importaba un huito ser cholo o ser zambito.
Sabes Primitivo… cuando conseguí cerrar la boca me quedé con las ganas de comentar un poco esta entrada. A ver ahora: Aunque soy poco taurino, siento en tu relato algo como de ese arte. Acometemos la lectura y tú nos recibes con una larga cambiada y en breves segundos nos agitas y zarandeas de un lado para otro —magistralmente— hasta dejarnos mansos, resoplones, manijuntos y agachadizos de testuz como esperando el estoque o lo que tú quieras colarnos. Sorprendente, por tanto bueno que hay oculto (aunque los que te conocemos sabemos que no das puntada sin hilo) y porque te importe un pito la posible aceptación/comprensión del texto. Así funciona el genio. Un admirado abrazo amigo
Amigo Miguel, eres como un relámpago con toda su brillantez,capaz de abrirse camino por donde quiera que vayas, qué bueno que unas breves líneas te hayan incitado al comentario genuino y me hayan permitido el placer, y en este caso el agradecimiento, de volverte a leer. Pareces adivino, el lenguaje taurino es mi debilidad, rico y hermoso como él solo, aunque yo no busco un lector pastueño, mansueto, que se deja llevar adonde la muleta le llama, sino el bravo y rebelde que busca más allá y cabecea hasta dar con la sustancia. Ten en cuenta que cualquier explicación, bien fundada es igualmente acertada, por lo tanto son muchas las veces que el lector ve lo que el escritor ni siguiera ha intuido. Muchas gracias por tu comentario, admirado y querido Miguel. Un abrazo grande. Primitivo
Realmente claro...
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Mark, por tu fidelidad y tu tino habituales, que pases un buen día.
EliminarUn abrazo
Primitivo
Amigo Primitivo, boquiabierto me dejas....
ResponderEliminarJusto eso era lo que yo pretendía, jajaja, tan perspicaz como siempre. Un abrazo. Primitivo
ResponderEliminarSabes Primitivo… cuando conseguí cerrar la boca me quedé con las ganas de comentar un poco esta entrada. A ver ahora:
ResponderEliminarAunque soy poco taurino, siento en tu relato algo como de ese arte. Acometemos la lectura y tú nos recibes con una larga cambiada y en breves segundos nos agitas y zarandeas de un lado para otro —magistralmente— hasta dejarnos mansos, resoplones, manijuntos y agachadizos de testuz como esperando el estoque o lo que tú quieras colarnos.
Sorprendente, por tanto bueno que hay oculto (aunque los que te conocemos sabemos que no das puntada sin hilo) y porque te importe un pito la posible aceptación/comprensión del texto. Así funciona el genio. Un admirado abrazo amigo
Amigo Miguel, eres como un relámpago con toda su brillantez,capaz de abrirse camino por donde quiera que vayas, qué bueno que unas breves líneas te hayan incitado al comentario genuino y me hayan permitido el placer, y en este caso el agradecimiento, de volverte a leer. Pareces adivino, el lenguaje taurino es mi debilidad, rico y hermoso como él solo, aunque yo no busco un lector pastueño, mansueto, que se deja llevar adonde la muleta le llama, sino el bravo y rebelde que busca más allá y cabecea hasta dar con la sustancia.
EliminarTen en cuenta que cualquier explicación, bien fundada es igualmente acertada, por lo tanto son muchas las veces que el lector ve lo que el escritor ni siguiera ha intuido.
Muchas gracias por tu comentario, admirado y querido Miguel.
Un abrazo grande. Primitivo